jueves, 26 de julio de 2012

Es Puig de ses Bruixes


Por Amado Carbonell Santos

Fotografías: María del Carmen García y Amado Carbonell Santos. Ilustración: Amado Carbonell Santos.

Circulando por la carretera que une la población mallorquina de Algaida con el pueblo de Llucmajor, podremos divisar a nuestra izquierda los montes que componen la sierra de Randa, en el cual está construido el monasterio de Cura y el famoso radómo del aeropuerto de Son Sant Joan visible desde muchos puntos de la isla. Si al seguir adelante por dicha carretera comenzamos a divisar el campanario de la iglesia de Llucmajor, y dirigimos la vista hacia nuestra derecha observaremos una curiosa montaña alargada, íntegramente formada por roca caliza manchada por pinos diversos, que han ido creciendo de forma caprichosa sobre su superficie; pero vista desde su parte frontal, si observamos con atención nos daremos cuenta de que es prácticamente una pirámide natural, cuya cúspide está situada a 360 metros por encima del nivel del mar.

A unos 4 ó 5 kilómetros, contados desde el punto donde finaliza el pueblo de Llucmajor en dirección hacia Algaida, hallaremos en la parte izquierda de la carretera un desvío que parece pasar junto a la falda de la montaña; si lo recorremos, el negro asfalto va combinándose con tierra y guijarros sueltos sobre el pavimento, hasta que se convierte en un camino agreste que discurre entre dos muros de ladrillo de marés y está bordeado por gran variedad de vegetación.

En una de las zonas donde el camino de tierra se divide en dos, deberemos tomar la bifurcación de la derecha, hasta que encontremos una curva de a la izquierda llegando a una zona de viviendas antiguas y comencemos a ascender por la ladera. Solo podremos utilizar los vehículos hasta una cierta  parte del camino, después deberemos seguir a pié hasta la cima.

Este monte es conocido desde hace siglos como Es Puig de ses Bruixes, que en mallorquín significa el Pico de las brujas.

Dicho nombre fue impuesto por los habitantes de ambas regiones, ya que fueron víctimas de las bromas que dichas brujas protagonizaban. Cuando desde la cima avistaban el carro de algún agricultor que volvía con el carro cargado después de una jornada de trabajo, saltaban al vacío sobre sus escobas desde la parte más elevada del monte y volaban hacia él completamente en silencio. Por arte de magia se volvían invisibles para posteriormente sentarse sobre la parte trasera del carro. Eran tantas brujas subidas en él, que provocaban que las ruedas se hundieran en el fango y el asno no pudiera tirar con más fuerza, dejando a los agricultores tan sorprendidos que no sabían cómo reaccionar ante tal contratiempo.

Tras estar unos instantes caminando alrededor del carro y tirando de las riendas del asno, las brujas comenzaban a carcajearse del labriego dejándose ver. Cuando éste comenzaba a correr para aleccionarlas, montaban de nuevo sobre sus escobas para emprender el vuelo de regreso a la montaña, resonando sus risas por todo el valle.

Semana tras semana, el rey Jaume recibía diversas quejas por parte de los habitantes suplicándoles que hiciera algo para evitar que las travesuras de las brujas siguieran molestándoles. Así que un día harto de escuchar las súplicas de sus súbditos, seleccionó a dos capellanes de la corte y a un monaguillo para que les acompañase hasta la cima del monte, donde estas vivían y expulsarlas para siempre de allí.

En el momento que le vieron llegar sobre su caballo, ataviado con su armadura y acompañado por los religiosos, no dudaron en huir montando en sus escobas y lanzándose velozmente en diversas direcciones hasta que no quedó ninguna en la planicie. Cuentan que el rey Jaume clavó una cruz de hierro en el lugar donde ellas vivían para que jamás pudieran regresar, y desde entonces hasta el día de hoy no se ha vuelto a saber nunca más de ellas.

O eso nos han hecho creer hasta ahora….

No hay comentarios:

Publicar un comentario